Cantos el Texcoco III
- Ricardo Piñon
- 7 oct
- 2 Min. de lectura
IV. Del postre
Una comida puede bien terminar con los alimentos necesarios para el mantenimiento saludable de nuestro cuerpo, pero no solo comemos por necesidad: también lo hacemos por mero placer. Y ahí entra el postre. No es que el azúcar o el chocolate favorezcan la generación de músculo o faciliten la digestión. No. Normalmente comemos postre simplemente porque nos gusta.
Y no sé si debería hacer público este secreto, pero igual lo haré: el postre es una poción de amor muy efectiva. Así como el olor de un buen perfume queda ligado al recuerdo de quien lo lleva —convirtiéndose en parte de su identidad—, un postre delicioso puede dejar una huella especial y permanente en el corazón de quien lo prueba.
Así que ya lo sabes: recomienda un postre exquisito a la persona que te gusta —aquí en el Texcoco hay muchos—, compártanlo varias veces y, sin que se den cuenta, habrán creado un ritual que los acercará más con cada cucharada. Porque el postre no solo endulza el paladar, también puede endulzar los afectos.
V. De otros placeres de la mesa: la música y el diálogo
El espacio de la mesa no es exclusivamente para comer. También es un lugar para alimentar el alma, especialmente a través de dos grandes placeres: música y diálogo. O, dicho en palabras más sencillas y cercanas, para convivir, echar relajo y también para llorar a gusto.
Bolero, son jarocho, mariachi... aquí en el Texcoco tenemos variedad para todos los gustos. La música es un vehículo que toca las fibras más profundas de nuestra alma y despierta el entusiasmo. Y del entusiasmo surgen buenas charlas, historias, carcajadas y reflexiones.
Por eso, en cada comida compartida con música y conversación, se cocina algo más que alimentos: se fortalece el espíritu, se tejen amistades, se celebran encuentros. Porque en la mesa también se canta, se conversa y se vive.




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