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El milagro en un taco.


Contemplar un taco de barbacoa junto a una cerveza fría no es un acto banal; es una anomalía

de la historia. Para dimensionar, hay que observar la línea de tiempo: el Homo

sapiens ha existido durante 300,000 años. Se estima que antes que nosotros, han vivido

108,000 millones de humanos. De esa cifra, el 99% vivió bajo el yugo de la incertidumbre

calórica (no teníamos certeza de que comeríamos lo suficiente), despertando cada día sin la

garantía de alimentarnos. Somos afortunados; bendecidos diría yo.

Los tacos son una bendición. La tortilla es el resultado de 9,000 años de ingeniería genética

empírica iniciada en el valle del río Balsas, donde nuestros ancestros transformaron el

teocintle —una gramínea tóxica y dura con apenas doce granos— en la mazorca moderna.

Mientras que un cazador del Paleolítico debía invertir 1,500 calorías de esfuerzo físico de

alto riesgo para obtener una presa, con una tasa de éxito del 20%, nosotros obtienemos una

concentración masiva de proteínas y grasas invirtiendo apenas 0.5 calorías en el

movimiento de un brazo. Tenemos en un plato más energía disponible que la que un

campesino de la Edad Media veía en una semana entera de trabajo.

Sin embargo, el verdadero insulto a la historia es la temperatura de nuestras bebidas. Hasta

hace menos de 150 años, el frío artificial era imposible. El emperador romano Nerón

forzaba a esclavos a marchas forzadas para traer nieve sucia de las montañas; Moctezuma

reservaba el hielo del Popocatépetl para rituales y la nobleza; Luis XIV, el Rey Sol, bebía

vino caliente en el verano de Versalles. Incluso John D. Rockefeller, el hombre más rico

del siglo XIX, no podía garantizar una bebida a 4°C constantes en 1870.

Hoy en día, superamos la calidad de vida de faraones, césares y magnates. Tenemos acceso

inmediato a la capsaicina (chile) y al ácido cítrico (limón) —frutos de un comercio global

que costó guerras— para estimular tus receptores de dolor por puro placer. Somos la

cúspide de una pirámide construida sobre milenios de hambre, ingenio y muerte. Ese taco

es el trofeo final de la especie.

 
 
 

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